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ISSN 1989-4163

NUMERO 117 - NOVIEMBRE 2020

 

Entrevista a Juan Planas Bennásar

Pere Estelrich

P. ¿Por qué dos libros casi de forma simultánea?
R.Le aseguro que no ha sido algo premeditado y menos con este singular confinamiento en que estamos. La necesidad de escribir va y viene y cuando da para más de un libro, pues, pasan estas cosas, supongo.

 

P. Ocho años de silencio son muchos años, aunque de usted ya estábamos acostumbrados, enmudeció casi veinte en los 80.
R. En efecto. Pero entonces fue por hastío, por decepción y tristeza, también por rebelión, ante el penoso ambiente literario de aquellos años. El silencio de ahora, aunque el ambiente siga siendo igual de deleznable, es fruto de otra cosa: hay que darse tiempo, de vez en cuando,para que las experiencias maduren y así digerirlas, asumirlas y hasta transformarlas en otra cosa, si ello es posible. Suele serlo.

 

P. ¿Qué tienen en común esos dos libros, Arpas y laúdes y Cercandanza?
R. Bastante. El hilo argumental es el mismo y ambos tratan de los temas universales de la poesía, el tiempo, el deseo o el conocimiento. Pero hay sin embargo matices que los diferencian. Arpas y laúdes hace hincapié en la ciudad de Palma, como personaje y marco poético de mi vida. Cercandanza, sin embargo, se detiene más en el tiempo, en el pasado biográfico, en las cosas que escribí o no escribí, pero que tenía que reescribir por completo. Y eso he hecho.

P.- Ezra Pound nos aparece repetidamente en ambos textos. ¿Qué tiene el escritor americano que le seduce tanto?
R. Pound aparece en muchas de mis obras, es cierto. Sus Cantares me impresionaron cuando era joven y aunque hace mucho tiempo que no los leo siguen siendo una de las obras capitales de la literatura universal.

P. También otros nombres se solapan, Cristóbal Serra o Sísifo, por ejemplo
R. La mitología, ya sea la propia, la que uno ha vivido, o la que ha recibido de las generaciones anteriores siempre aparece en mis libros. Quizá la vida sea subir y bajar la montaña, como Sísifo, y hacerlo con el humor violento y, a la vez, compasivo al que tan adicto era Don Cristóbal.

P. Cercandanza, ¿de qué es metáfora esa palabra?
R.Siempre nos estamos buscando sin llegar a encontrarnos del todo. Nos acercamos muy mucho a nosotros mismos, eso es cierto, pero luego algo se nos escapa y sentimos la frustración de la falta de plenitud, la insatisfacción de no llegar a ser quienes somos. Ese déficit es esencial en toda mi obra.

P. Cercandanza ¿es más poemario que Arpas y laúdes?
R. No, en absoluto. Pero entre ambos, sumándose y entrelazándose, dan una idea bastante cabal de todo lo que yo entiendo que debe ser la poesía.

P. Cercandanza reúne también otros poemarios anteriores
R. No. Tanto Los Cantos como Regreso a Hipertelía son textos absolutamente nuevos a los que he llegado gracias a la voluntad de rescatar el pasado de entre sus cenizas. Hablo de mí mismo y de mis cenizas, por supuesto.

P. Para describir la belleza, pone al mismo nivel momentos de la vida del Bosco del Virgilio del Dante e incluso de Louis Vierne cuando murió en París tocando el órgano. ¿La belleza son instantes?
R. Claro. Estando de viaje por Florencia, hace unos meses, al doblar una esquina me topé de golpe y porrazo con la Catedral de Santa María del Fiore.Ya la conocía, pero aun y así, me sobrevino un escalofrío involuntario, un temblor, un vértigo que duró lo que un parpadeo. O quizá algo más. Lo que un orgasmo. Quizá eso sea la belleza, algo finalmente físico.

P. ¿En Arpas y laúdes está su Palma?
R. Sí, al menos la Palma que me interesa o la que he vivido con cierta intensidad. Palma es una ciudad desordenada y sucia, caótica, pero siempre hay lugares donde uno ha sido feliz. O lo ha intentado, al menos.

P.Defíname en dos palabras los siguientes nombre, ideas y lugares:
Costa de Sa Pols de Palma
R. ¿Sísifo en el laberinto de Babel?

P.Sa Premsa
R. ¿La última Cena?

P. La muerte
R. De vez en cuando toca podar el árbol del Conocimiento del Bien y el Mal y, quizá, empezar de nuevo. O no empezar de ninguna de las maneras, por desgracia. Esto último es espantoso, ciertamente.

P. Bar Moka
R. Uno de aquellos lugares que nos parecieron el paraíso, pero que no lo eran. Sólo eran lugares por los que anduvimos de paso. Creo que ahora venden ahí bragas y sostenes: no pasa nada.

P. Catástrofe
R.Para vivir hay que encontrar cierto equilibrio entre la realidad y el deseo. Cuando lo perdemos en un sentido o en otro es cuando acontece la inevitable catástrofe. Solemos vivir, entonces, en su polvoriento y agitado interior.

P. Dios
R.Otra catástrofe enorme;y no bromeo. Es terrible tener vocación de místico y darse cuenta de que uno no tiene ni tendrá jamás la fe suficiente.

 

P.¿Qué pasó el 21 de agosto de 1980 que usted compara con el Teneré o desierto de los tuaregs?
R. Las experiencias límites -tuve un grave accidente- nos convierten en supervivientes y nos dejan ciertas secuelas por las que luego nos acabamos reconociendo. La soledad del árbol de Teneré, por ejemplo, es un magnífico ejemplo de supervivencia, aunque la catástrofe lo acabase derrumbando. No podía ser de otra forma.

P. ¿Qué palabras aprendió entre 1974 y 1979 para que sean las únicas que entiende?
R. La primera juventud es la que nos marca con fuego. Las primeras lecturas, las primeras preocupaciones sociales, los primeros amores y, sobre todo, los primeros desamores, las primeras frases de amor mal dichas, los primeros besos mal dados. Todo eso se aprende una vez y no se olvida nunca.

P. Catástrofe o Dios ¿Se puede elegir?
R. Es muy difícil escapar a esa disyuntiva dialéctica que nos ofrece el conocimiento. Hay algo que se nos escapa en todo lo que vemos, en todo lo que palpamos, incluso en todo lo que soñamos; y en esa fuga de los sentidos podemos encontrar cualquier cosa. Incluso a Dios, si tuviéramos tanta suerte.

P. La sinceridad del poema sólo es comparable a la del deseo. ¿Qué hay de Juan PlanasBennásar en sus libros?
R. Esa frase la escribí en Pasión Impresa, un libro de 1984. Me acompaña desde entonces, casi como un lema personal, y la he incluido en varios otros de mis trece libros hasta la fecha. Hay mucho de mí en esa frase y mucho de esa frase en todos mis libros.

P. ¿Por qué ese uso recurrente de cursivas?
R.En ocasiones, el monólogo interior que siempre es la poesía se desdobla en un diálogo de vocesenfrentadas (ya sea en el espacio o en el tiempo) y, entonces, para que el lector no se pierda (no se pierda más de lo necesario, quiero decir) va bien usar las cursivas.

P.- Las lápidas de los seres ilustres son la única página en blanco que nos queda por leer, escribe ¿Qué le gustaría como epitafio?
R. No tengo ninguna preferencia. Y como no lo voy a escribir yo, dejaré que otros escriban lo que quieran. Gracias, Pere, por tu generosa amabilidad.

 

 


 

 

Juan

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